martes, 20 de mayo de 2008

El pensamiento litúrgico de Paulo VI y la Reforma Litúrgica de 1969

Muchos juzgan, acicateados por la prensa en general y guiados por el criterio particular de algunos teólogos pseudo católicos y obispos ídem, que la liberación total del Misal de San Pío V dispuesta por S. S. Benedicto XVI sería una manera de religarse, por un lado, a cierta forma de continuidad tradicional con la Iglesia pre-conciliar; o bien, una herramienta de complacencia con los sectores católicos integristas y con el propósito de introducirlos plenamente en la disciplina eclesiástica. Hablando en plata: La reciente carta Apostólica Summorum Pontificum sería en realidad un gesto oportunista (bien sabido que el ladrón, a todos cree de su condición ...), un anzuelo para los “cismáticos” de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, o una moneda de transacción con la Iglesia nacional china (que, como pocos saben, sigue celebrando el Rito Tradicional), además de un gustito personal que ha decidido darse Benedicto XVI con relación a la pasada pompa litúrgica de la Iglesia que, es cierto, él siempre admiró y quiso ver repuesta. Pero de ninguna forma debe pensarse en una vuelta atrás en la “reforma del Concilio”, o también llamada “reforma de Paulo VI”. ¡Ah no, amigazo, eso sí que no!

Sin duda que, no obstante que este podría ser el núcleo predominante del pensamiento único y lineal con respecto a este asunto, algunos obispos han resultado algo más combativos, urgidos por lo que adivinan como una verdadera catástrofe, y se han puesto más que colorados de rabia contra el regreso de la Misa Tradicional fulminando jupiterinas amenazas a diestra y siniestra, llegando en algunos casos a provocar sínodos locales para “moderar” el motu proprio pese a la expresa prohibición allí contenida; como en Italia —conato abortado con energía por un valiente cardenal— o Polonia o Alemania o Suiza. También ha ocurrido, como en la mayor parte de Hispanoamérica, que se ha preferido guardar un distante y desdeñoso silencio, teñido casi siempre de algún gesto discreto de autoritarismo crematístico o, simplemente, mostrando su absoluta y silenciosa desaprobación a quien atente la celebración de la Misa Tradicional.

El cardenal Castrillón Hoyos consideró conveniente, en medio de tanto lío y previendo el que se veía venir, salir a decir otra vez que, aunque la Carta Apostólica no cercena el derecho de los Obispos en materia litúrgica, lo cierto es que ni la Santa Sede ni los Obispos pueden coartar, ni moderar, ni entrometerse, en el derecho y consiguiente libertad de cada presbítero, de celebrar la Santa Misa según el rito tradicional, cómo quiera, dónde quiera y a la hora que le plazca. Y que el Papa desearía que existiera una Misa tradicional dominical en todas las parroquias de la tierra. Así nos lo informa, en medio de un interesantísimo reportaje concedido por el cardenal Castrillón Hoyos, nuestra página amiga Una Voce Argentina

Desde luego, no sin una evidente intencionalidad se sigue hablando del “Misal del beato Juan XXIII”, olvidándose que la primera disposición del Motu Proprio expresa, textualmente, que lo que jamás ha sido abrogado es, en realidad, el “Misal de San Pío V”

Missale autem Romanum a S. Pio V promulgatum et a B. Ioanne XXIII denuo editum habeatur uti extraordinaria expressio eiusdem “Legis orandi” Ecclesiae et ob venerabilem et antiquum eius usum debito gaudeat honore. Hae duae expressiones “legis orandi” Ecclesiae, minime vero inducent in divisionem “legis credendi” Ecclesiae; sunt enim duo usus unici ritus romani.
el cual, por lo tanto, solamente ha sido promulgado nuevamente por S. S. Juan XXIII.

Consta, en cambio, de cierto que S. S. Paulo VI jamás promulgó con solemnidad —precisamente él, tan afecto como era a las fórmulas solemnes y hasta pomposas, como demostrara durante el Concilio Vaticano II al sancionar los distintos documentos votados por los padres conciliares— el nuevo rito conocido como Novus Ordo, y que ningún documento formalmente expedido por él como ley de la Iglesia universal y publicado en el boletín oficial de la Santa Sede, tuviera por propósito derogar la Misa Tradicional o reemplazarla con el Nuevo Misal; ni tampoco, la finalidad de imponer su exclusividad.

Entonces ¿Qué pensaba Paulo VI de la reforma litúrgica emprendida por él mismo a partir de 1967? ¿Derogó él el Rito Tradicional, o lo reemplazó formalmente...?

Hay otra forma de abordar la cuestión, y sería: ¿es que es cierto entonces, que nunca estuvo derogado el Misal de San Pío V? El Papa felizmente reinante, S. S. Benedicto XVI, afirma sin hesitación alguna en su reciente motu proprio que, de derecho, nunca estuvo prohibido ni abrogado; aunque resulte incontestable que, de hecho, estuviera remprimido su uso, lo que vino a justificar la necesidad del dictado de Summorum Pontificum. El Papa Paulo VI, en el Consistorio del 24 de mayo de 1976 afirmará por su parte que, en principio, el Misal antiguo está llamado con el tiempo a ser reemplazado totalmente por el Novus Ordo y por eso se permitirá, de momento, su vigencia restringida a ciertos casos especiales:

E ciò è tanto più grave, in particolare, quando si introduce la divisione, proprio là dove congvegavit nos in unum Christi amor, nella Liturgia e nel Sacrificio Eucaristico, rifiutando l’ossequio alle norme definite in campo liturgico. È nel nome della Tradizione che noi domandiamo a tutti i nostri figli, a tutte le comunità cattoliche, di celebrare, in dignità e fervore la Liturgia rinnovata. L’adozione del nuovo «Ordo Missae» non è lasciata certo all’arbitrio dei sacerdoti o dei fedeli: e l’Istruzione del 14 giugno 1971 ha previsto la celebrazione della Messa nell’antica forma, con l’autorizzazione dell’ordinario, solo per sacerdoti anziani o infermi, che offrono il Divin Sacrificio sine populo. Il nuovo Ordo è stato promulgato perché si sostituisse all’antico, dopo matura deliberazione, in seguito alle istanze del Concilio Vaticano II.

Sin embargo, lo cierto es que el Novus Ordo jamás fué formalmente promulgado como ley exclusiva de la Iglesia en materia litúrgica, ni tampoco fué decretada la abolición del rito antiguo, lo cual consta de la lectura de la colección de los boletines de AAS de la época; y no deja de sorprender que el Papa llame a todos a adoptar el nuevo rito únicamente en nombre de la Tradición y no en nombre de la disciplina eclesiástica, como debió haber sido de estar promulgado el Novus Ordo en toda y debida forma; de todas maneras, Paulo VI padecía con relación a este asunto algún error, pues a renglón seguido afirmaría

Non diversamente il nostro santo Predecessore Pio V aveva reso obbligatorio il Messale riformato sotto la sua autorità, in seguito al Concilio Tridentino.

cuando, en realidad, no fue así, pues San Pío V ni fue reformador del Misal, al cual solamente compiló y purificó en cuestiones tan nimias que solamente un especialista podría distinguirlo del utilizado en los siglos IV y V, ni lo impuso tampoco obligatoriamente, sino que lo benefició con todo clase de privilegios, excepciones, indultos y ventajas para que nunca, nadie, pudiese reformarlo ni prohibirlo —algo que, suponemos, Paulo VI tuvo en su mente siempre, evitando tanto una derogación impiadosa como una promulgación sospechosa. Por otra parte, el Misal de San Pío V no tenía vigor sino allí dónde no existiese un derecho particular o donde no estuviesen en uso Misales con una antigüedad superior a los 200 años; de manera que al principio y en la práctica, el Misal Romano únicamente tuvo vigencia inmediata en la propia ciudad de Roma, casi exclusivamente. Las misiones, especialmente las americanas y africanas que alcanzarían su mayor esplendor en pocos lustros más a partir de 1570, utilizarían este Misal por devoción al Papa y por tratarse de diócesis nuevas sin privilegios ni derechos particulares que excusasen el uso del Misal de San Pío V.

Esta afirmación de Paulo VI era, pues, incomprensible en el contexto litúrgico conocido y, de hecho, era demostrable exactamente la verdad contraria; sin embargo, si se repasa la totalidad del discurso pronunciado en aquel Consistorio, se verá que su propósito era, en realidad, quejarse contra monseñor Lefebvre, a quien nombra varias veces, pero sin refutar uno sólo de los argumentos y puntos que le fueran propuestos tanto por el arzobispo emérito de Dákar, como por los cardenales Ottaviani y Bacci en su conocidísimo Estudio sobre el Novus Ordo, o por el Abbe de Nantes, entre muchos otros. Esta actitud papal —que sin embargo y a pesar de todo no era jurídica ni tenía fundamento jurídico— universalizó, a la vez, la masiva conducta adoptada en la Iglesia desde 1970 con relación a este problema litúrgico: un negacionismo obtuso y cerril con referencia a la Misa Tradicional. Y que recién con el papa reinante, Benedicto XVI, han encontrado algún cauce, todavía en ciernes, de fraterna y amable solución.

¡Qué hombre contrdictorio era Paulo VI! En el Concilio, se había decretado que las formas litúrgicas tradicionales no debían ser tocadas en su substancia y, en todo caso, eran merecedoras de respeto y conservación; debía conservarse el latín como lengua litúrgica propia de la Iglesia sin perjuicio de adoptarse la lengua vernácula para algunas porciones menores de la Santa Misa, como las lecturas (aún no existía lo que hoy se llama “Liturgia de la Palabra”) o algunas oraciones; además, el sinodo especial convocado para analizar las reformas denominadas como Misa Normativa, habíala rechazado por el voto casi unánime de los prelados asistentes por no responder a las instrucciones de los Padres conciliares y apartarse notablemente de la teología católica; pero ahora, contrariando este importantísimo hecho y su propia opinión anterior volcada en la Encíclica Mysterium Fidei, Paulo VI substituye el rito litúrgico que el concilio le había recomendado preservar, con las innovaciones de los audaces, y hasta pretende que, en algún futuro, reemplace por completo la Liturgia tradicional.

Pero entonces, él ¿qué piensa? Pues el texto parece bastante claro a este respecto: En 1976, cuando dirige este discurso al Consistorio, afirma que la Misa de San Pío V alguna vez deberá ser reemplazada por el Novus Ordo, lo que implica que tiene in mente hacerlo alguna vez durante su reinado. Sin embargo, es un hecho que jamás se promulgaría tal reemplazo, como tampoco se había promulgado formalmente (al menos, con la misma solemnidad con que promulgara San Pío V el Misal que lleva su nombre) el llamado Novus Ordo.

En una entrada anterior tuvimos oportunidad de comentar nuestra impresión referida a que las famosas y horrorosas verificaciones de Paulo VI sobre el ingreso del “humo de Satanás” a la Iglesia de Cristo, estaban dirigidas a las devastaciones en la Liturgia y a los efectos del Concilio, preferentemente. Pocos días ha, el ahora anciano cardenal Virgilio Noé, ex ceremoniero del Papa Paulo VI, ha confirmado estas hipótesis con mayor extensión a la sospechada. De nuestro admirado colega Secretum Meum Mihi, hemos tomado la traducción del reciente reportaje que se pude leer aquí (y repasar los excelentes artículos que hay allí), en el cual se describen con toda crudeza los sentimentos del Papa Paulo sobre los efectos de su reforma litúrgica. Leamos algunos pasajes descollantes:

Montini por ‘Satanás’ quería clasificar a todos aquellos sacerdotes u obispos y Cardenales que no rinden culto al Señor al celebrar mal la Santa Misa debido a una errada interpretación y aplicación del Concilio Vaticano II. Habló de humo de Satanás, porque sostenía que aquellos sacerdotes que hacían paja de la Santa Misa en el nombre de la creatividad, en realidad estaban poseidos de la vanagloria y de la soberbia del Maligno. Por lo tanto, el humo de Satanás no era otra cosa que la mentalidad que quería distorsionar los cánones tradicionales y litúrgicos de la ceremonia Eucarística.

Él condenaba los ánimos de protagonismo y el delirio de omnipotencia que siguieron a la liturgia del Concilio. La Misa es una ceremonia sacra, repetía a menudo, todo debe estar preparado y estudiado adecuadamente respetando los cánones, nadie es el ‘dominus’ de la Misa. Desgraciadamente, muchos después del Vaticano II no lo han entendido y Paulo VI consideraba el fenómeno un ataque del demonio.

Después, vendrían cosas aún peores, como la Sagrada Comunión en la Mano, práctica que Paulo VI detestaba con toda el alma, y consideraba especialmente provocada por ataques de soberbia demoníaca que intentó contener como pudo.

Se puede consultar la Instrucción sobre la prohibición de la Comunión en la mano de los fieles, conocida como Memoriale Domini, en la cual el Papa Paulo VI denuncia esta práctica como ilegal y abusiva, además de considerarla peligrosa para la veneración y respeto debidos al Santísimo Sacramento y exponerLo a profanaciones; como, en efecto, se ha comprobado con inmensa tristeza todos estos años. En su ya recordada Encíclica Mysterium Fidei, la cual se puede, y diríamos se debe, leer toda entera en el enlace que dejamos arriba, el Papa Montini expondrá su doctrina, la de la Iglesia, sobre este tristísimo abuso litúrgico:

Ni se debe olvidar que antiguamente los fieles, ya se encontrasen bajo la violencia de la persecución, ya por amor de la vida monástica viviesen en la soledad, solían alimentarse diariamente con la Eucaristía, tomando la sagrada Comunión aun con sus propias manos, cuando estaba ausente el sacerdote o el diácono [Cf. S. Basilio, Ep. 93 PG 32, 483-6].

No decimos esto, sin embargo, para que se cambie el modo de custodiar la Eucaristía o de recibir la santa comunión, establecido después por las leyes eclesiásticas y todavía hoy vigente, sino sólo para congratularnos de la única fe de la Iglesia, que permanece siempre la misma.

Como se desprende de este breve estudio, el drama de la Iglesia en la segunda mitad del siglo XX se ciñó a una rigurosa centralidad bimilenaria: la Presencia Real de Cristo en medio de su Iglesia; y tuvo por calificadísimo testigo crítico al propio Papa Paulo VI; en muchos sentidos, autor él mismo de unas cuantiosas reformas que, apresuradas o no, exageradas o atrevidas, solamente dieron lugar a que su autor sufriera en vida la triste y horrenda decepción de haber sido, por lo menos, causa oportuna de su derrame sobre toda la Iglesia.

Pero acaso, también, todo esto pueda llegar a ser causa de un florecimiento futuro nunca visto, presentido pero no prometido, mas en esta ocasión verdadero, milagroso, hecho desde el Cielo y no desde los gabinetes asfixiantes de los teólogos de biblioteca y los liturgistas de salón; después de todo, para Dios sacar bienes de males es más fácil que robarle sonrisas a los chicos; o mucho más fácil que eso. Y será digno de verse, si llegamos a tiempo y rezamos lo suficiente.


4 comentarios:

+Miguel Vinuesa+ dijo...

Estimado Ludovico,

Me alegra que haga luz sobre este asunto. Los que, desgraciadamente, no vivimos ese periodo de la Historia de la Iglesia, podemos aprender sobre él gracias a blogs como este.

Ludovico ben Cidehamete dijo...

Muchas gracias, apreciado Miguel. haberle sido útil me consuela mucho.
L. b-C.

Rublev Mayer dijo...

¿Dónde estudiaste tanta Liturgia. Los curas de esto nosaben un pomo

Embajador dijo...

Me ha parecido muy interesante esta entrada y muy clara también. Me ha gustado particularmente el último párrafo al cual yo añadiría esa idea que todos tenemos en el sentido que la Iglesia toma sus decisiones a 200 años vista. Con lo cual, paciencia y calma.