lunes, 18 de diciembre de 2006

Post Aborto y dolor

La ciencia moderna, una presumida que desprecia su plebeyo nombre verdadero de “técnica”, no quiere reconocer sus errores y, sobre todo, no quiere dejar de intentar llevarle la delantera a la Moral, creyendo que la vida es una carrera de postas en la que gana el que grita más fuerte, tiene más programas de televisión, y predica con más vehemencia —aunque sea sin razón.
El aborto es uno de los dramas modernos más proclamados, menos estudiados, más crueles y menos convincentes. Pero lo que es innegable es que, detrás del escandaloso griterío que tanto agrada a los partidarios de este asesinato, existe una realidad moral, psíquica y física cuya serena ponderación no ocupa demasiado del tiempo de los científicos modernos. Ni de los sanitaristas, ni los políticos.
Al tomarse como inflexible punto de partida su supuesto carácter esencialmente indiferente a la moral, o mejor dicho, prescindente de lo moral, se echan al basurero, junto con los despojos mortales de una vida incipiente destrozada por el egoísmo, las consecuencias funestas que, como cualquier otro acto moral desarreglado, se proyectan sobre el autor del hecho, y que siempre, o casi siempre, son proporcionadas al hecho inmoral. El dicho popular de que “en el crimen está la pena”, pocas veces en la vida, creemos, alcanza tan patética significación.
Se habla farisaicamente de recuperar a los delincuentes en otros ramos de la vida criminal, pero se olvida al más desgraciado de todos los delincuentes; aquel que, por la naturaleza de su crimen, de no purgar su pena públicamente, quedará para siempre a solas con su conciencia, a merced de una falta que, de una manera íntima e intrascendente, desgarrará su alma, atormentada por una pena ilevantable y, sin la menor duda, pavorosamente patógena.
Que el aborto se trata del más repugnante homicidio, con elementos filicidas y “proditorios”, como decía la añeja doctrina penal española, no cabe la menor duda. Así que esta culturita posmoral (para qué hablar de “postmodernidad”, que no quiere decir nada), lo querrá justificar de mil modos; pero definitivamente, no lo entiende, eso no.
Si la alternativa que se ofrece es que deba prevalecer un hipotético derecho de la mujer (y ... no, Madre no) a su felicidad, a expensas de la muerte de su hijo inocente, no es algo que ofrezca demasiadas dudas que, lo primero que se echa en falta, es la sensatez. Si al sexo entre varón y mujer se le conmuta su natural fin de ser causa de fertilidad, por el de ser mero placer o recreación, lo que no hay es sexo humano, sino animal, y un hijo siempre será un efecto inesperado.
La cuestión del aborto resulta ser, pues, enormemente difundida pero, como decimos, muy poco estudiada e infinitamente incomprendida; si se acude a las centenares de bien financiadas páginas web de asociaciones proaborto (¿existirá alguna asociación "pro magnicidio"? si alguien sabe ...) se podría llegar a pensar que, sobre esto, todo se sabe ya, o ya está dicho. Pero la verdad es otra.
Un estudio crítico completo sobre el aborto como tal, en cuanto tal, no parece haber visto la luz, si es que es tolerable semejante metáfora en este tema.
Ya conocemos hasta el hartazgo los argumentos a su favor como supuesto “paliativo”, o como remedio o como alternativa, a situaciones personales probablemente conflictivas o altamente traumáticas, pero no conocemos que se lo haya estudiado desprendido completamente de éstas circunstancias, que ni con mucho, son siquiera su causa próxima o remota, sino a lo más, su ocasión; o su pretexto.
Sin embargo, se encuentran variados estudios que pueden acercarnos, al menos, algunas facetas de su cruda facticidad, con las cuales componer una inspección más completa.
Existen recónditos aspectos, por ejemplo, que, confiados a la pluma irrefutable de grandes escritores, han permitido como una reviviscencia de la patética visión del bebe abortado, como el conocidísimo “Autobiografía del hijito que no nació”, de Hugo Wast. O el gran Eurípides, pero nadie lo tolera ni quiere leerlo hoy en día.
Posiblemnente uno de los problemas más serios (si descontamos el asesinato en sí) que existan en torno al aborto sea, como decíamos arriba, los efectos o “secuela post aborto”, aunque es más exacto llamarlo “síndrome” post aborto, pues sus consecuencias abarcan una variada gama de posibilidades ordinariamente desconocidas, efectos, vivencias y consecuencias que afectan la vida toda de la filicida y su contorno; e inclusive, las señalan por varias generaciones.
En el Prólogo al libro de Philippe de Cathelineau “Les lendemains douloureux de l'abortement”, subtitulado “Cuando Raquel llora a sus hijos”, el cardenal Alfonso López Trujillo cuenta que el problema del “síndrome” es, al día de hoy, completamente ignorado en Europa, pese a que la prestigiosa British Medical Journal, en 2001, ha prestado sus columnas a un trabajo de los doctores D.C. Reardon y J. R. Cougle, para hacer público un artículo sobre las situaciones depresivas posteriores a embarazos “no deseados” que culminaron en abortos. Sobre un grupo de 4463 mujeres, estudiadas durante al menos 8 años, y que decidieron terminar su embarazo no deseado por medio de un aborto, se ha establecido que, en los años siguientes, se hallaron expuestas a sufrir una grave depresión, en un 138% más que aquellas otras mujeres que llevaron su embarazo a término; una de las entrevistadas, informó que los años posteriores al aborto fueron “un calvario psicológico”, para aquellas que no resolvieron afrontar la vida con valor.
Un nuevo trabajo de los mismos doctores, acompañados también por el Dr. P. G. Ney, fue publicado en 2003 por el Canadian Medical Association Journal, tomándose esta vez como universo inspeccionado un grupo de 138.666 casos, en los cuales prevalecía la ambientación general de pobreza. El estudio probó que las atenciones en los servicios locales de psiquiatría por casos de depresión, recidiva de depresión, enfermedad maniaco depresiva y otras dolencias psiquiátricas de menor importancia, eran más frecuentes en las casas de mujeres que habían abortado, que en las de aquellas mujeres que habían conservado a su hijo. ¡Fijarse bien! En las “casas” de las mujeres que han abortado ... es decir que la depresión se traslada a todo el grupo familiar, cuando lo hay.
Por lo demás, en la mayor parte de los países donde se ha “legalizado” el aborto, como Rusia, los servicios locales médicos tratan la intervención como una cirugía menor, realizada de ordinario en condiciones de asepsia deplorables y sin ningún seguimiento post traumático. Equivalente, por decir algo, a una peluqería completa. En los países sudamericanos, donde la tensión proabortista es mucho mayor, el argumento han sido siempre las “víctimas”, que llaman así a las mujeres que, abortar en malas condicions de antisepsia, o mueren o quedan con enfermedades graves.
Sería bueno, siguiendo este estudio, informarse sobre qué condiciones se dan en los países que han “legalizado” el aborto y cuál es el resultado comparativo de enfermedades post aborto.
El autor de esta obra, es médico y padre de una familia numerosa —además de llevar el honroso apellido de un héroe vandeano— y se ha dedicado también a la novela bíblica, lo que se deja adivinar tras el sugestivo subtítulo de su obra: El llanto de Raquel.
Sean bienvenidas estas obras, fruto que son de honrados estudios y no de venales componendas; no obstante, cuadra decir que a los católicos no nos enseña nada nuevo, nada que no hayamos sabido desde siempre, aunque muchos sigan prefiriendo una ignorancia simpática y tolerante ...
El principal factor causal del desorden psicológico del hombre, es el mismo que produce todo otro tipo de desorden: el pecado. Si no lo restaña la Gracia, poco puede hacer la Ciencia; con mayúscula o con minúscula, da igual, por que la enfermedad, como hermana del mal y de la muerte, entró al mundo con el pecado.
Pero ¡ánimo! que no hay sentencias divinas que no sean, a la vez, misericordia pura del Creador; el amplio y rudo “parirás con dolor” de la condena del Génesis, que no se limita a los dolores físicos, bien que alcanza a los dolores morales y psicológicos de la maternidad, es verdaderamente dulce como proemio al abrazo del retoño; y ni qué decir, al lado del sombrío infierno que hay detrás de la obstinada negación al amor, que encierra el placer sin fecundidad. Y sobre todo, cuando la conciencia debe cargar con una vida inocente, por toda la vida.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Ludovico: ¿Sabés si este Cathelineau tiene algo que ver con el Ángel de Anjou, el famoso generalísimo de La Vendée?

Ludovico ben Cidehamete dijo...

Apreciado Cruz y Fierro:
No, no sé que sea descendiente del generalísimo; pero mercería serlo, por que el hombre ha arremetido contra la burocracia oficialista francesa que, en materia de salud, es casi peor que la de la Argentina ¡créase o no! por que dispone de ciertas herramientas penales que acá no existen. "No se olvide que hay ciertos métodos .." parecen decirle a los disidentes. De hecho, algunos médicos que han cuestionado las "tesis oficiales" sobre el cáncer, los han mandado presos, como al Dr. Hamer (su detención fue en Francia), o un biofísico cuyo nombre se me escapa.
Europa es una verdera ruina de lo que fue, en realidad; es tierra de lobos y manadas de salvajes homínidos. Este autor (cuya lectura me fué sugerida, creo, por el p. Bojorge) es incuestionablemente un gran hombre.
Saludos cordiales y si no nos vemos ¡feliz Navidad!
L. b-C.

Muret dijo...

Estimado Ludovico: He vidio en Francia y puedo dar Fe de lo horroroso de su "civilización".
George Weigel describe muy bien el suicidio colectivo que se está consumando en su pequeño libro "The Cube and the Cathedral".
Gracias por el post y no me queda nada más qe felicitarte por el mismo y el contenido del blog.
Saludos cordiales

Anónimo dijo...

Estimado Ludovico

Estoy esperando si la encuentras la respuesta de mis expresiones tus intercambios epistolares tan interesantes junto a tito.. callas por astuto o parecer mas sabio..?el anonimo

Ignotus

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

Lo que es un buen puesto. Me encanta la lectura de estos tipos o artículos. Puedo? Esperar a ver lo que otros tienen que decir.