sábado, 30 de diciembre de 2006

Noticias verdaderas de la era post cristiana

Las últimas horas nos han hecho conocer una nueva sublevación de favelas en Río de Janeiro, cuyo significado económico y social ya no puede ser fácilmente explicado ni disimulado con el recurso a la figura de los malvados traficantes; si cada ciudad brasileña tiene barriadas enteras (¡más de 100 en cada caso!) de “traficantes”, el problema es otro y no el tráfico de drogas, que será a lo sumo una consecuencia emergente, como dicen ahora, y revela que el problema ha dejado de ser policial desde hace mucho tiempo atrás.
Estos acontecimientos del Janeiro, nos llaman la atención sobre un episodio similiar, ocurrido hace unos 8 meses en São Paulo. Dos veces lo mismo, en un año, es demasiad casualidad ¿o no ?.
Marcos Williams Herbas Camacho, más conocido por su pseudónimo de Marcola, es un paulista que no llega todavía a los 40 años y es reconocido, aún oficialmente, como el jefe natural del denominado “Primer Comando Capital”, o “PCC”, una organización semi clandestina que nuclea a los presos de las cárceles del Sur de Brasil, sus familiares y amigos, principalmente los del gigantesco conurbano de São Paulo. Y cuando decimos “gigantesco”, estamos hablando de decenas de millones de personas, la mayoría de las cuales viven hacinadas en las favelas locales en la más abyecta miseria.
Marcola está preso desde hace varios meses; de hecho, ha pasado más de la mitad de su vida en la cárcel por diversos delitos. Allí o afuera —poco interesa— ha adquirido una extraña cultura general y lingüística, aunque típica del autodidacta, es decir: fragmentaria, desordenada, anárquica y dispersa; pero suficiente para comprender lo esencial del drama en medio del cual vive: —«Estamos todos en el centro de lo insoluble», es la frase paradigmática que utiliza a menudo. Enfrentando una Comisión Parlamentaria investigadora de ciertos sucesos locales, sus declaraciones han sido un claro ejemplo de su valentía, su sentido común y el botaratismo de los legisladores.
Mientras algunos le niegan su importancia, los medios de difusión la atestiguan a cada paso. “O Folha do São Paulo”, lo ha mencionado más de 500 veces en sus páginas durante el último año y medio ¡casi dos veces por día!. Se asegura que después de su intervención personal, la Revuelta Paulista de mayo concluyó en menos de dos horas. Otros medios de difusión, menos ilusos sobre la eficacia del poder estatal, atestiguan que el Gobierno lisa y llanamente negoció con él la cesación de las hostilidades; que otros tantos, creen que las desencadenó él mismo, ante la amenaza de ser trasladado fuera de su “jurisdicción” paulista, hacia una cárcel de máxima seguridad, a casi 600 km. de allí.
Después del aquelarre paulista, con un saldo de más de doscientos muertos violentos, “O Globo”, o el TV Bandeirante, le habría efectuado un reportaje (aquí, una traducción más libre pero más porteña) que revelaría hasta el asombro la dramática profundidad vital y las causas de este submundo con epicentro en las favelas, y que queda a pocas horas de Buenos Aires, Montevideo, Río de Janeiro, Santiago ...
Se asegura que la entrevista es falsificada, por que hay quienes no confían en el talento demostrado por el entrevistado, o por que ven en sus dichos, más bien, una tramoya de intereses políticos o editoriales —que sinceramente, no alcanzamos a ver en qué consisten— antes que el sincero razonamiento de un hombre que acepta y reconoce llanamente encontrarse del lado malo, pésimo, de la vida, sin tratar de justificarse por ello pero sí, intentando comprenderlo, y sin rendirse a la excusa fácil, ni dejar de pronunciarSE un juicio moral severo sobre los propios actos. El mismo entrevistado ha hecho declaraciones que pondrían en tela de juicio la autenticidad del reportaje. Poco nos importa aquí, por que no somos un diario: Si non e vero, e bene trovato.
La crítica al mundo capitalista, que despoja al pobre y lo arroja a la desesperación; a la fantasiosa “lucha de clases”, que engríe a su clase y la llena de odio sin soluciones, y a los políticos, corruptos, inmorales y egoístas, es realista, directa y brutal. Y sobre todo, ejemplar.
Su supuesta “jefatura” de los grupos que comercializan droga en las calles y las cárceles, incluye a los presos, y a sus familiares y amigos, sobre los cuales extiende, conjuntamente con un sexteto de jefes sectoriales, una tutela paternal y benévola, substitutiva de la que el inmenso, ineficaz y corrupto Estado Brasileño ha abandonado por más de 50 años. Según afirma, él ha logrado, por medio el uso de sobornos, extorsiones, amenazas y atentados contra las autoridades, y por el uso de otros diversos recursos con sus parciales, que se mejore el tratamiento oficial a los presos paulistas, que el PCC atienda a las familias y que se cohiban la homosexualidad y las drogas duras en las cárceles bajo su jurisdicción; horrores por los cuales “el estado” ha demostrado siempre su mayor desinterés; y acaso los ha favorecido de alguna u otra forma, como una manera de librarse de aquellos que se consideran «escoria social».
El mejoramiento del trato carcelario no está dirigido, como alguno pudiera suponer apresuradamente, a obtener ventajas insensatas o incompatibles con la situación penal de los presos. Lea atentamente: en lo principal, tiende a suprimir los tormentos ilícitos de que son objeto los presos rutinariamente —esa gigantesca vergüenza del “mundo civilizado” moderno, que lo sitúa definitivamente en el último jalón moral de la Historia—, a asegurarles el cumplmimiento de los paseos diarios al sol (¡sí, leyó bien!) y a no consentir la supresión del festejo ...¡del día de la Madre!
Para estos maletas del Gobierno, tanto liberales como zurdos, pero en todo caso cobardes y egoístas, la cárcel debe ser crueldad, olvido, desamor, el infierno merecido en la tierra. Y además, para el cobarde, la exhibición cruda de su venganza miserable, por el miedo que ha debido sufrir.
Este mundo es el precio (y el castigo) que pagar por haber olvidado la verdadera dimensión cristiana de toda falta, del pecado, para reemplazarla por la noción sociológica y laica de delito, o de conducta antisocial, o simplemente disfuncional. Es evidente que en este renglón, el Estado moderno ha fracasado y seguirá fracasando.
Como se comprenderá enseguida, el hombre en cuestión es considerado un héroe local por algunos, y el mayor enemigo público por otros, en ambos casos parece ser que con toda justicia; y cada cual deberá formarse una idea de lo que significan los términos “el Estado”, “la policía” o “la Justicia”, por aquestos parajes de Dios.
Lo más interesante es el empleo racional —si se comprende la extensión en que utilizamos este vocablo— de la violencia y hasta de la crueldad, que hacen este hombre o sus seguidores: él mismo arguye en su favor, pese a no reconocerse jefe de nada, que su posible reemplazo pondría hombres más violentos o más ganados por el odio al frente de una organización que podría hacerle pasar un muy mal rato a todo Brasil, y sería un desastre local intolerable. Pero que él tenga odio y motivos para tenerlo, no significa que deba dejarse ganar por él:
—«Não posso me deixar levar pelo ódio. Se não, onde iríamos parar?»
Los testimonios de las crueldades de los presos contra los carceleros durante los motines, son alucinantes; pero también lo son las de los carceleros con los presos, durante los demás días. El sistema carcerlario, basado en la represión y la humillación permanente, y en la subsiguiente venganza no bien ésta se hace posible, sencillamente es imposible de sostener. Los carceleros hacen su gusto mientras dura el “orden”, o lo que llaman orden; pero los presos tomarán contada venganza en las pocas horas de vigor que tenga el primer motín próximo, acontecimiento que merecerá la cuota de crueldad compensatoria, que le imponga el estrecho margen de tiempo del que se dispone para la venganza...
—¿Le teme a la muerte?
—Ustedes le temen a la muerte, yo no... (Nosotros) estamos en el centro de lo insoluble mismo. Ustedes, en el bien y el mal y, en medio, la frontera de la muerte, la única frontera. Ya somos una nueva “especie”, ya somos otros bichos, diferentes a ustedes. La muerte para ustedes es un drama cristiano en una cama, por un ataque al corazón. La muerte para nosotros es la comida diaria, tirados en una fosa común, o en una zanja
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El resultado de este enfrentamiento es pavoroso; y como sostiene Marcola, no parece tener solución:
—Pero la solución...
—¿Solución? No hay solución, hermano. La propia idea de “solución” ya es un error. ¿Ya vio el tamaño de las 560 'favelas' de Río? ¿Ya anduvo en helicóptero por sobre la periferia de San Pablo? ¿Solución, cómo? Sólo la habría con muchos billones de dólares gastados organizadamente, con un gobernante de alto nivel, una inmensa voluntad política, crecimiento económico, revolución en la educación, urbanización general y todo tendría que ser bajo la batuta casi de una “tiranía esclarecida” que saltase por sobre la parálisis burocrática secular, que pasase por encima del Legislativo cómplice. ¿O usted cree que los chupasangres (sanguessugas) no van a actuar?
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La acusación es directa al corazón del liberalismo, que ha contribuído a crear las clases miserables y marginadas tal como ahora están, y que es una de las principales causas de todo este desastre social y moral; verdades que el entrevistado no se deja arrancar a medias, sino que al primer impulso la escupoe:
...yo soy una señal de estos tiempos. Yo era pobre e invisible. Ustedes nunca nos miraron durante décadas y antiguamente era fácil resolver el problema de la miseria. El diagnostico era obvio: migración rural, desnivel de renta, pocas villas miseria, discretas periferias; la solución nunca aparecía… ¿Qué hicieron? Nada. ¿El Gobierno Federal alguna vez reservó algún presupuesto para nosotros?
Nosotros sólo éramos noticia en los derrumbes de las villas de los morros o en la música romántica sobre “la belleza de esos morros al amanecer”, esas cosas… Ahora estamos ricos con la multinacional de la droga. Y ustedes se están muriendo de miedo. Nosotros somos el inicio tardío de vuestra conciencia social ¿Vio?
Sin embargo, ve improbable una vía política “esclarecida” (¿hace mucho que no oye hablar de un gobernante “esclarecido”?), lo que lo hace un pesimista, totalmente pesimista:
—Pero… ¿No habrá una solución?
—Ustedes sólo pueden llegar a algún suceso si desisten de defender la “normalidad”. No hay más normalidad alguna. Ustedes precisan hacer una autocrítica de su propia incompetencia. Pero a ser franco, en serio, en la moral. Estamos todos en el centro de lo insoluble. Sólo que nosotros vivimos dentro de él y ustedes no tienen salida. Sólo la mierda. Y nosotros ya trabajamos dentro de ella. Entiéndame, hermano, no hay solución ¿saben por qué? Porque ustedes no entienden ni la extensión del problema. Como escribió el divino Dante: “Pierdan todas las esperanzas. Estamos todos en el infierno”.
Así de sencillo: El liberalismo es pecado mortal, un infierno terrenal por buscar el paraíso terrenal de una ciudad sin Dios; como decía ayer el Oficio de Lectura sobre el rey Herodes: «para no perder su reino, quiere matar al recién nacido; y sin embargo, si hubiese creído en Él, hubiera podido reinar tranquilo aquí en la tierra y para siempre en la otra vida». Así de bien caracterizado, queda este régimen inhumano que mencionamos al principio.
Que sepamos, el único antídoto eficaz contra el Infierno, es Dios Mismo: La Iglesia, la Verdad, los Sacramentos, la Caridad, los Mandamientos, el Amor de Dios; o sea, ¡el Catecismo! donde un Estado hipertrófico, incompetente e intrínsecamente inútil ha fracasado, y seguirá fracasando a expensas de millones de vidas despediciadas, echadas al olvido. Y también es antídoto, si Dios quiere enviarlo, un gobernante esclarecido, que no es ni debe confundirse, pues es mucho más, que el “Estado”, ese ídolo moderno que pretende reemplazar a Dios.
La certera crítica a la alianza del liberalismo más o menos ortodoxo, con el rígido escolasticismo marxista es justa, por que produce un tipo humano repugnante; aproximadamente con el corazón a la izquierda, el bolsillo a la derecha, y una regla de vida basada en la indiferencia y el egoísmo totales: religiosa, moral, social, sentimental y emotivamente indiferente y egoísta; una verdadera porquería, un arquetipo cruel y repulsivo, alguien capaz de crear en su contorno un anticipo del infierno en la tierra por puro egoísmo. Imaginarse qué sería de un país que cayera en las agarrotadas manos de este tipo humano, debe ser una pesadilla. Pues he aquí un anticipo.
Confesamos a nuestros lectores que la congoja y el pavor que la desdicha de estos hermanos nuestros nos produce (la de todos, los de un lado y los del otro, entrampados en la misma mugre), nos hace imposible dar un juicio conclusivo sobre lo que hemos presentado hoy, por que esto no se arregla con cárceles “modelos”, ni con Códigos Penales más severos, ni con gatillos rápidos policiales, de todo lo cual habrá de responderse ante un Dios justiciero y remunerador, que ama a los humildes con predilección, y que odia el derramamiento de la sangre inocente. Para esta época, impolítica por excelencia, la solución es admitir el fracaso de la actual política y devolver al Catecismo su prelación indiscutida en la formación de las conciencias y la preparación de la sociedad para una dichosa, o meramente posible, convivencia.
Concordia, decía fray Tomás, que no es lo mismo que paz.
Si fuéramos un político, miraríamos hacia otro lado o haríamos un negocito con tanto horror; si fuésemos M. G., juntaríamos los finos dedos sobre nuestra adelgazada nariz y, con cara de braguero ajustado, esbozaríamos algún macaneo tranquilizador; pero no, no somos ninguno de ellos y no se nos ocurre otra cosa que, inclinando la cabeza, ponernos a REZAR.



Líbrame de los que hacen el mal
y sálvame de los hombres sanguinarios
..................................................
Levántate, Señor, enfréntalo, doblégalo;
líbrame de los malvados con tu espada,
y con tu mano, Señor, sálvame de los hombres:
de los mortales que lo tienen todo en esta vida.

Llénales el vientre con tus riquezas;
que sus hijos también queden hartos
y dejen el resto para los más pequeños



—«Não posso me deixar levar pelo ódio. Se não, onde iríamos parar?»

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